7 ene 2010

el vértigo otra vez




El aparatito vio mi vientre cargado e hinchado de una personita, que primero fue cuatro células humildes. Pero antes me pusieron un ungüento gelatinoso tranparente y para acabarla muy pero muy frío… que hizo que se me enchinara la piel y creo que hasta el bebé lo sintió, porque percibí adentro como si a él también se le hubiera puesto la piel chinita. En la pantalla en blanco y negro vimos cómo el aparatito nos mostraba con un haz de luz una parte de mi ser, como si lanzara rayos que rebotaran en las partes húmedas de mi cuerpo, esas de las que sólo me acuerdo cuando tengo mucho dolor, cuando tengo miedo, o cuando siento los roces de las alas de las mariposas que han decidido salir a dar un paseo. Ahí estaba ella (sí, ella, de ahora en adelante ella) se estaba moviendo para acomodarse en su pequeño océano, mientras me imaginaba cómo sería poder volver a sentir lo que es estar en él, esa oscuridad total, donde quizás sólo son los sonidos casi imperceptibles del exterior los que perturban nuestros sueños, y quien sabe qué sea lo que soñemos… ¿soñaremos con el paraíso que acabamos de dejar? ¿con formas difusas y abstractas? ¿y con el latido de nuestra madre de soundtrack? ¿Acaso los sueños pueden pasar por el cordón umbilical? Espero que no, porque quiero que ella tenga los propios. Sería como contaminar un río virgen con petróleo, digo, no tengo sueños tan negros pero los tengo maltrechos y con prótesis, con anhelos mochos y frustraciones que ella no tiene porqué sentir. Mejor que ella sienta y viva lo que tenga que sentir. Al pensar en eso, en lo que ella vivirá, me da una emoción parecida a un vértigo, como si desde el momento en el que decidí ser madre me hubiera subido a una montaña rusa que no va a terminar nunca, porque claro está, que uno nunca deja de ser madre por muy grandecitos que estén los hijos. Tengo miedo, no, tengo pánico sobre lo que pasará, sobre si seré mejor madre que la mía, si mi hija será feliz, si conocerá el desamor, la lujuria, la pasión de amar al hombre de sus sueños, si llorará conmigo, si me odiará más de la cuenta, si seré lo suficientemente sabia como para no querer hacer de ella una copia de mis sueños muertos, si podré lograr que vea con algo más que los ojos, si me imitará, si me dirá que soy una mujer frustrada y luego vendrá a abrazarme para pedirme perdón, pero más que fallarle tengo miedo de estar ausente, de no ser nadie en su espíritu. Son tantas cosas, tantos recuerdos que aún no son vividos, tantas las emociones que me penetran hasta lo más profundo de mi cuerpo que me hacen sentirme incapaz de vivirlas todas, que me hace pensar en cómo un ser humano puede sentir tantas cosas y a la vez no haberlas vivido…


Cuando el ultrasonido acabó yo estaba llorando,


no sabía si era felicidad derramándose, o el vértigo otra vez…


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