12 jun 2008

Cuentos Naturales I





Por la mañana puse un grillo en mi bolsa. Lo encontré tirado mientras barría ese cementerio de insectos bajo mis pies. Hay tantos que escojí uno, como estaba cojo, me compadecí de él y lo puse en un lugar a parte, para que no lo hecharan a la basura. Pero mi compasión o mi crueldad pudo más que poco después se encontraba en una de mis bolsas del mandil.

Anduve toda la mañana con mi grillo, me acordaba de no aplastarlo, de axfisiarlo o de arrancarle otra pata, y pero continuamente lo olvidaba. Al sentarme, sin querer lo aplastaba con las manos. Como no acostumbro traer un grillo en tales circunstancias no le tomé importancia. Me gustan los grillos cuando cantan, es el único sonido que oigo cuando los demás de han apagado, y sólo queda el sonido de mi conciencia, mis sueños me alcanzan o yo los alcanzo a ellos.
Lástima que éste se encuentre aquí, en el frívolo ambiente de una tienda, solito en medio de esta artrópoda marea, pero ni modo, no sé como es que llegó hasta aquí.
Me acordé de él al meter la mano en la bolsa, y pudo más mi compasión o mi crueldad que decidí ver como estaba. Al sacarlo vi que se movía poco, que no reaccionaba, lo movía para ver si estiraba la pata que le quedaba, pero nada. El grillo continuaba viéndome como en la mañana, sólo que mas seco, mas paciente y mas moribundo sin sueños de pasto ni nada. Decidí arrancarle la cabeza para no alargar su sufrimiento, pero esos ojos de cristal me lo impidieron, y pudo más mi crueldad o mi esperanza que pensé en aplastarlo de una vez en el piso, para que no le (y me) doliera tanto verlo sufrir en sus ultimos minutos-horas de vida. No sabía que hacer... su pequeña y grillezca vida pendía de un hilo en mis manos. No me gustaba la idea de dejarlo en el piso como en la mañana, porque daba lo mismo, o dejarlo sobre un mueble para que muriera tranquilo y sin tanto aplastarlo, estaría solo.

No lo quise dejar abandonado, no se que pueda pasarle, pobrecito. Lo puse de nuevo en mi bolsa, para que se calme, olvidé que no se puede calmar más, está quieto el pobre, está frío, ya me da asco, mejor lo dejo atrás del mueble. ¿Para que muera dignamente?


1 ideas vagas:

Anónimo dijo...

Mmmm...

Mi espiritu protector de animales me ha dejado sin palabras... por otra parte ¿que tal si te pasa lo que a Kafka y mañana despiertas siendo un grillo?... allí empezará otro cuento natural...