Muchas cosas pasaron mientras la flor se suicidaba;
las palabras dejaron de flotar
en su comunmente llamada ignorancia,
se perdió la sed por el hambre del hombre,
se perdió todo y se perdió nada,
como un suspiro de alacrán.
El momento vibra
siente y persigue aquél minuto que se escapa.
Sentí, perdí, ví, oí, tomé
se vuelven los verbos repetitivos, grises y cuadráticos vulnerables que ya no me gusta usar.
La flor se suicida.
La vida se me acaba.