7 ene 2010

La faja




Toda esta ilusión de perfección que crean las fajas y los tacones me resulta de risa, es como ponerse a otra mujer encima de uno y pretender que se es gloriosa por 2 horas y media, sin pilates, ni spinnig, ni agüitas milagrosas que quitan las ganas de comer. Aunque todo el cuento acaba cuando uno llega cansada a su casa, a la habitación, enciende la luz y toma una copa de vino.. se quita la faja, el brá, los tacones, las medias, el maquillaje y listo, todo el glamour se va por el retrete y uno vuelve a ser la misma hija de vecina que antes era, ni más ni menos (tal vez menos pero eso cada quién lo sabe)
Uno se acuesta a dormir y pasa por nuestra cabeza un pensamiento aunque impertinente y un poco fugaz sobre lo que habría sido de haber ido a esa fiesta sin faja, sin maquillaje y sin depilación de cera… lo que sale es un suspiro prolongado y nervioso, un simulacro de un hubiera, que duele melancólicamente en el interior de nuestro ego. Esto se olvida y se prosigue a repasar el hato de miradas de envidia y erotismo que nos seguían, ese deseo que vimos en ojos ajenos nos hace dormir con una sonrisita en la boca. Después de todo nuestro ego se levanta firme e impenetrable con esa fuerza que sólo puede darnos la pretensión de querer ser hermosos y

bellos algún día, alguna vez, aunque sea por dos horas y media..

Esa rica ilusión de estar delgada donde todo es un vil circo interior de pretensiones, se quema la fealdad que hace unos minutos uno llevaba puesta para disfrazarse de la mujer guapa que siempre uno quiso ser. Se encojen los pulmones y todo se desplaza como si se tratara de un embarazo, todos los órganos toman el lugar que les corresponde para seducir...

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